UNA FALDA Y UN CLAVEL DE PLÁSTICO
- HANNAN HEREDIA
- 25 abr 2024
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 5 jun 2024
Hoy 25 de abril, hace 50 años que nuestros vecinos portugueses iniciaron el fin de uno de los regímenes dictatoriales más longevos de la historia de Europa. Una mujer que vendía flores, en este caso claveles rojos, los repartió por la calle a militares y civiles que los pusieron en la ranura de sus pistolas y cañones. Esto constituyó un poderoso mensaje con el que se inició una revolución histórica. En la actualidad, vivimos en países altamente desarrollados, disfrutamos de una democracia plena y Europa cuenta con las mejores leyes que defienden el bienestar y la dignidad del ciudadano. Podríamos quedarnos ahí y mirar hacia atrás contemplando cuánto hemos progresado, pero también podríamos mirar hacia adelante y reflexionar sobre qué podemos mejorar. Hace unos años era muy difícil comunicarse con personas de otros países mucho más lejanos pero gracias a la llegada de internet, las noticias y la globalización, todo es mucho más accesible. Cuando hace 50 años nos referíamos a nuestros vecinos como a Portugal, Francia, Italia y a otros países europeos, en la actualidad nuestros vecinos también pueden ser países como India, Bangladesh o Marruecos.

Ayer fui a comprarme unos zapatos, en diferentes multinacionales tenían un montón de tipos y variedad, pero por un precio bastante alto para ser completamente de plástico. Me picó la curiosidad y miré dónde estaban hechos: Bangladesh; entonces pensé, quizás son tan caros para la poca calidad que tienen porque han tenido que coger un avión, un camión y pasar por mil manos para llegar hasta aquí. La cadena es muy larga y claro, a lo mejor hay más gente implicada, por lo que tal vez ese sea el motivo de que suba el coste. Para mi poca sorpresa, ese no era el caso, ya que si se fabrican allí es porque no están reguladas ciertas cosas como aquí, por lo que los empresarios se pueden aprovechar abaratando los costes y ampliando el beneficio. Otra de las cosas que me sorprendió al entrar en la tienda es que todo era completamente diferente a lo que había hace un mes: ya no se lleva algo durante 10 años como en los 80’s, 90’s, 00’s, 10’s… Ahora pasamos por mil modas diferentes y totalmente opuestas en menos de una temporada, lo que te induce a consumir ropa de forma acelerada y de baja calidad. Esta aceleración por las tendencias hace que estas empresas multinacionales se lleven sus fábricas a sitios donde puedan abaratar costes y quizás no prestar tanta atención a la calidad y condiciones de sus trabajadores.
¿Pero qué podemos hacer nosotros ciudadanos de a pie al respecto? Pues no lo sé. Sería irreal que dijéramos de comprar solo en tiendas locales ya que en algunas ocasiones es difícil y caro respecto a nuestros ingresos. Personalmente creo que todo empieza por aceptar la cercanía y similitud de países que antes eran lejanos pero que ahora son nuestros vecinos. Creo que cuando entendamos eso, tendremos la fraternidad necesaria para tomar decisiones a nivel de consumidor, usuario o empresario de forma empática y responsable. Vivimos en nuestra burbuja de bienestar pero igual que Portugal o Italia no nos pillaba tan lejos, el lugar de donde vienen nuestros zapatos tampoco. Supongo que toda revolución empieza con un pequeño gesto.
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